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El trabajo infantil desde la historia de Antonio

  • Foto del escritor: Pierre Jeanneau
    Pierre Jeanneau
  • 19 nov 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 20 nov 2019

Antonio es un niño de 10 años que estudia en un colegio de Chorrillos y trabaja los fines de semana vendiendo chocotejas para ayudar a su madre. Su trabajo no es solo necesidad, sino que también es una muestra de apoyo para su familia.

Antonio Berrocal sube a pasa sus fines de semana subiendo a los buses vendiendo sus chocotejas / Fuente: P. Jeanneau

Redacción: Pierre Jeanneau


El trabajo infantil es uno de los grandes problemas sociales que afronta el Perú, Según el último reporte de la Encuesta Nacional Especializada de Trabajo Infantil del Instituto Nacional de Estadística e Informática, más de un millón de niños y adolescentes entre 5 y 17 años han trabajado en el Perú. Y según la Defensoría Municipal del Niño y del Adolescente (Demuna) el 17.6 % de niños en Lima trabajan limpiando ventanas de autos, vendiendo golosinas, lustrando zapatos, etc.


Si bien esta problemática ha sido enfrentada a través de diversas campañas, como la que hizo la municipalidad de La victoria en el emporio comercial Gamarra durante el año 2016 “La calle no es su lugar”, las situaciones de muchas familias pueden ser distintas.


La infancia corta de fugaz de todos los niños, ni siquiera se asoma para los niños que tienen la desdicha de trabajar, reemplazando años de educación, recreación y alegría.


Philippe Vanhuynegem, director de la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señaló que el trabajo infantil es más alto en la zona rural del Perú porque aún continúa muy rezagada, le faltan servicios sociales, educativos, de salud y más presencia del Estado.


"El 64% de los niños que trabajan en la zona rural son pobres o extremadamente pobres, y para revertir eso no hay una solución milagrosa; no son los programas sociales los que van a resolver el problema. Se necesita más acceso a la educación de calidad, para que el niño cuando sea adulto tenga más oportunidades de desarrollo y no repita el patrón de pobreza", enfatizó.


De otro lado, Vanhuynegem sostuvo que existe una ley (Ley N° 27337, art. 51) que indica la edad mínima para que un menor de edad labore, en el Perú la edad mínima para trabajar es de 14 años.

Antonio se queda vendiendo sus chocotejas desde las 4 p.m hasta las 7 p.m. / Fuente: P. Jeanneau

El niño de las chocotejas


Historias de niños trabajando se repiten día a día, sin embargo, ¿hasta qué punto el niño es independiente de sus acciones para decidir trabajar?


La historia de Antonio Berrocal causó curiosidad en los alrededores del distrito de Barranco, una tez canela, contextura delgada y de poco más de un metro de estatura. Los otros ambulantes del paradero en Pedro de Osma lo llaman como "El niño de las chocotejas".


El contexto de Antonio no es muy distinto a la de otros niños que deben enfrentar estas situaciones. Un precario hogar en una zona difícil de transitar por la inseguridad. Un lugar que para llegar se debe caminar cuesta arriba hacia un cerro, más conocido como San Genaro en Chorrillos.

El ambiente donde vive Antonio, su hermano José y su madre Úrsula comparte el cuarto y la cocina / Fuente: P. Jeanneau

En esta misma línea, el Ministerio de Trabajo reveló algunas cifras: el trabajo infantil es más alto en las zonas rurales, donde casi el 50% de la población de entre 15 y 17 años trabaja, frente a un 12 % en el área urbana.


Si bien las zonas rurales pueden comprender actividades como la agricultura y ganadería, en los distritos más pobre de Lima es en donde más se ve casos de trabajo infantil.


Es preciso señalar que los casos de trabajo infantil se pueden deber a varios factores, y entre ellos predomina la inestabilidad familiar. Antonio tuvo que soportar a lo largo de su crecimiento el abandono de su padre haciendo que esta desdicha recayera sobre sus hombros para salir adelante con su madre y su pequeño hermano.


Antonio se levanta junto a su hermano José desde las siete de la mañana, empacan sus mochilas para ir al colegio. Los compañeros de salón de Antonio saben que su situación es difícil, a pesar de eso, él disfruta de su niñez bailando los pasos de Fornite, coleccionando monedas, pegando los posters de Dragon Ball en la pared y saliendo a jugar fútbol con su hermano en el complejo cerca a su casa.

Cuando aparecieron las monedas de colección, Antonio fue uno de los primeros niños en mostrar su gusto por las monedas coleccionables que emite el BCR / Fuente: P. Jeanneau

Entre la infancia y el trabajo


El Ministerio de Trabajo, junto con la ONG Desarrollo y Autogestión, ejecuta tres programas para la incorporación de los niños al trabajo permitido y a la escuela, que están dando buenos resultados. María Gloria Barreiro, directora de la ONG, detalló que entre las actividades que realizan está la secundaria tutorial, para que los adolescentes de las zonas más remotas que trabajan no dejen la escuela.


“Estos programas demuestran que erradicar el trabajo infantil sí es posible. Ahora el desafío es replicarlos en todo el país”, enfatizó Barreiro.

En la soledad y el silencio de la tarde, Antonio recuerda algunas cosas que le pasaron. Perdió a una hermana recién nacida en Yurimaguas, su nombre era Luz, en honor a su abuela. A causa de este hecho y otros que desconoce, tuvieron que dejar Yurimaguas y mudarse a Lima para continuar. Derramó las suficientes lágrimas en la partida de su abuelo Ángel, quien fue una de las personas que interiorizó los buenos principios en él. Ante la adversidad, no huye como lo hizo su padre cuando su madre lo concibió, sino que la enfrenta con lo que tenga.


Para José, su hermano menor, Antonio es el hombre de la casa, sus ganas de salir adelante hacen que las necesidades no hagan falta. Gracias al esfuerzo que hace un niño de 10 años en casa, con los problemas sociales que lo rodean, Antonio pudo convertirse en un hombre desde muy temprana edad.


El trabajo infantil no será ajeno a los infantes que incluso ahora reciben educación, las circunstancias pueden cambiar, como lo que pasó con Antonio tras el abandono de su padre. Las situaciones que pueden padecer muchos niños de Lima y del país continuarán caminando entre las calles, pero sus realidades serán las que hablen por ellos.




 
 
 

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