top of page

Tras los pasos del presidente errante: Evo Morales abandona Bolivia

  • Foto del escritor: Luis Italo Pequeño Ramírez
    Luis Italo Pequeño Ramírez
  • 12 nov 2019
  • 4 Min. de lectura

Dos días después de su renuncia, el ex presidente boliviano llegó a tierras mexicanas haciendo uso del asilo otorgado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.


Llegada de Evo Morales a México como asilado político (Fuente: El Espectador)


A tempranas horas de la mañana de hoy, mientras su país aún no se recuperaba del golpe de su caída, Evo Morales, ex presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, llegó a Ciudad de México a bordo de un vuelo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que el día de ayer por la noche le había otorgado asilo por razones humanitarias al ex mandatario boliviano, quien poco antes de dejar la tierra que había gobernado por catorce años, había manifestado sentirse en peligro, ante el supuesto golpe de Estado que había sentenciado su destino fuera de la arena política del país sureño

.

La historia de la huida de Morales empezó en la capital, La Paz. Casi de la noche a la mañana todo acabó en Palacio Quemado, la sede del poder boliviano. Hacía tan solo dos semanas que la fuerza de la figura del mandamás de Bolivia, Evo Morales, parecía inacabable, con los votos obtenidos a su favor en la última elección antes de la tormenta, vencía en primera vuelta y avasallaba a sus rivales, ningún otro presidente había tenido tanto tiempo el mando ni tampoco había tenido tanto poder allá por las tierras altiplánicas eran casi en el feudo del jefe aimara, convertido primero en Dios y luego en diablo.



Unas elecciones irregulares, donde el conteo de los votos fue paralizado por cinco días, justo en el momento en que la tendencia dejó de favorecer a Evo Morales fue el principio de un fin que ya se gestaba desde el día de febrero de 2016 en el que Morales decidió no obedecer al pueblo que decía servir y violó la Constitución para prolongar su poder por unos cinco años más, una afrenta que la ciudadanía boliviana no perdonó ni olvidó, un resentimiento que se reavivó antes las acusaciones de fraude ante los resultados que otorgaban a Morales más poder del que ya tenía. Fue la gota de agua que rebasó el límite de la indignación popular.


Los ejemplos de Ecuador y Chile habían enseñado que una manifestación con el suficiente apoyo popular podía hacer tambalear a un gobierno, el reguero de pólvora llegó hasta Bolivia y se encendió cuando Evo Morales intentó usar la represión para desequilibrar las olas de manifestantes que iban contra él, sus defensores argumentaron que era para defender el proyecto país en peligro de destruirse por los ataques “fascistas e imperialistas” de los “enemigos del pueblo”, de los enemigos de Evo Morales.



Sin embargo, el descontento popular contra el gobierno era cada vez mayor y en el transcurso de pocos días, la policía enviada contener a los manifestantes se había unido a ellos y se alzaron en las comisarías de toda Bolivia. La situación seguía precipitándose, cualquier promesa era vana para los bolivianos que marchaban en las calles, que si la mejora de las condiciones del país o la estabilidad, todo eso ya no importaba cuando el presidente aimara, entre la espada y pared, tras la audición hecha por la Organización de Estados Americanos (OEA), aceptaba y convocaba a una segunda vuelta; la ciudadanía seguía en pie de lucha y no aceptaría otra cosa que su renuncia, su poder había mermado y aún así no se sabía cuanto tiempo más seguiría siendo inquilino de Palacio Quemado.


El segundo domingo de noviembre, el día 10, la presión llegó a su límite cuando los militares se plegaron al clamor popular y exhortaron al presidente Morales a dejar el poder. Quizás ese fue el momento en que quedó claro que el fin había llegado, no había rastro de la legitimidad que alguna proclamó Morales, quien apareció públicamente a las pocas horas y entre acusaciones de golpe de Estado y muchas promesas inconcretas, la era del socialismo boliviano había terminado. Muchos se agolparon a las calles a celebrar el adiós de Evo, y por un momento la algarabía se apoderó de las calles de las principales ciudades del país altiplánico.




No obstante, el alboroto alegre pronto cedió paso a la inestabilidad y la violencia, el transito y la vida cotidiana se vieron trastocadas y hasta hoy, luego de dos días de la renuncia de Evo Morales, Bolivia aún no recupera la tranquilidad. Entre saqueos a casas de funcionarios ex oficialistas, incluyendo la del propio Evo en Cochabamba, hasta la agresión a ciudadanos opositores, la rápida sucesión de los hechos ha roto el orden que había regido Bolivia por catorce años y ha hecho de la incertidumbre la certeza común entre los bolivianos.


Por lo pronto, Evo Morales, bajo quien pesaba una orden de aprehensión, partió a México en la madrugada del martes, acogido por el gobierno de ese país, que, bajo las órdenes de Andrés Manuel López Obrador, acogió al ex presidente y a otros 20 ex funcionarios de su gobierno. Antes de su partida, el líder del socialismo boliviano prometió volver con más fuerza a su país, una declaración desafiante, en un momento en que Bolivia busca un nuevo orden y llenar el enorme vacío de poder que deja su partida.




Commenti


©2019 por El Narrador. Creada con Wix.com

bottom of page